Andrea Lanfri: el límite está solo en tu cabeza

“No creo que exista lo imposible, como mucho creo que no se está preparado aún”

Andrea Lanfri: el límite está solo en tu cabeza

Dice que es un chico de campo de Lucca, donde nació y aún vive hoy. Andrea Lanfri siempre ha amado las montañas, y antes de su enfermedad ya escalaba grados desafiantes. Pero llegó el 21 de enero de 2015, el día X. Por la mañana se despierta con frío y fiebre. Llama al médico de familia, que lo visita y le da una taquipirina. Después del almuerzo, su perro insiste en jugar y con sumo esfuerzo Andrea lo saca, y a cambio la mascota lo llena de fiestas: cada contacto es como una puñalada, Andrea siente un dolor muy fuerte, que lo pone en alerta. Así que se quita la ropa y ve que está cubierto de manchas negras. Ya no puede caminar y llama al médico. Mientras tanto, se mide la fiebre: el termómetro marca 43 grados. Es lo último que recuerda.

Andrea se despierta de un coma dos meses después, en el hospital. Es un momento de confusión, no puede mover sus miembros, que todavía están allí, pero están vendados. Apenas abre los ojos, tiene la cara llena de costras y no puede hablar. Poco a poco su rostro mejora, abre los ojos y empieza a hablar de nuevo, uno de sus primeros logros. Cuando está medicado se ve los pies, que son los que se han llevado la peor parte. Incluso las manos tienen necrosis, la derecha simplemente no la puede mover, y de esta aún hoy solo puede mover el pulgar. Comprende que los miembros nunca volverán a ser como antes: están secos como los de una momia. La situación se mantiene estable durante unos cuatro meses y los médicos hacen todo lo posible para evitar cortar. Luego, de repente, en la primavera, la septicemia comienza de nuevo, Andrea vuelve a tener alucinaciones y entra en coma farmacológico.

A los siete días se despierta y ve que le han cortado las extremidades: una meningitis fulminante con sepsis meningocócica le ha quitado ambas piernas y siete dedos de las manos. Desde que le cortan las extremidades Andrea renace, y poco a poco su gráfico empieza a avanzar hacia la curación. Comienzan muchos nuevos desafíos para él: tiene que volver a aprender a hacer todo, desde escribir hasta comer. Pero inmediatamente está seguro de una cosa: volverá a hacer todo lo que hacía antes de su enfermedad. Volverá a las montañas. Hace que le lleven un trozo de cuerda al hospital para volver a aprender a hacer el ocho, el dinámico y los demás nudos, con tres dedos. Cuando sale del hospital, su mente está a años luz por delante del cuerpo, que no puede seguirle el ritmo.

Andrea ha perdido más de 25kg y ha estado en cama durante más de seis meses. Comienza a dar sus primeros pasos con prótesis y vuelve a aprender a caminar, poniendo en ello toda su fuerza de voluntad. Quiere volver a salir a correr con amigos por la montaña. Todos los días se prueba las prótesis, camina con ellas y le duelen mucho. Luego, lentamente, empieza a establecer metas, como llegar a la cumbre de algunas de las montañas de Apuane, aunque a menudo no llega ni a la mitad del camino debido a la fatiga extrema. También trata de escalar, pero no puede levantarse. Lo que antes de la enfermedad era el pan de cada día, ahora es muy difícil. Pero el mayor deseo de Andrea es correr: un desafío contra el “destino” y la bacteria que ha intentado detenerlo. Pero hay un problema, y es que las prótesis adecuadas cuestan mucho, y Andrea, que era electricista antes de su enfermedad, ha tenido que cerrar su empresa. Así que lanza un crowdfunding, y en su cumpleaños cierra la recaudación de fondos llegando al doble que la cantidad necesitada, y hace tres pares de prótesis.

A partir de este momento empieza a entrenar seriamente, y comienza su carrera como atleta paralímpico del equipo nacional de atletismo italiano, que lo llevará a conquistar récords, medallas europeas y una plata mundial en Londres, además de alcanzar otros muchos logros importantes y convertirse en el primer atleta italiano con doble amputación de las extremidades inferiores en rebajar los 12 segundos los 100 metros lisos. Mientras tanto, comienza también a ir nuevamente a las montañas, y en cierto punto lo invitan a subir al Monta Rosa. Andrea llega a la Cabana Margarita y piensa que puede repetir. Luego conoce a una chica a la que también le apasiona la montaña, y empiezan a escalar juntos.

De esta forma, la montaña vuelve de forma abrumadora a su vida personal. A lo largo de los años, pico tras pico, nace el proyecto de escalar el Everest, un sueño realizado por el atleta gracias a la contribución de La Sportiva, que creyó en Andrea, apoyándolo con ropa y calzado.

Como dice el montañero, el vínculo con la empresa se ha materializado gracias a los valores comunes como el respeto por la naturaleza: muchas de las prendas elegidas por el atleta toscano son sostenibles. El lema de Andrea es “el límite está solo en tu cabeza”: él no cree que exista lo imposible, como mucho cree uno no está preparado aún.

 

 

Andrea, ¿qué representa para ti el Everest y cómo surgió este sueño?

Es una idea que nace en 2019, como un desafío a mí mismo y como un despecho contra la enfermedad, que siempre ha tratado de obstaculizarme en todo. En la montaña no hay excusas, ni pasos ni peldaños. Los golpes que te da son importantes.

 

¿Cuáles fueron los momentos más duros en el Everest?

¡Todo salió muy bien, aunque el esfuerzo fuese mucho! Siempre he tratado de estar atento y enfocado en los problemas que pudiera tener, en particular traté los muñones para evitar hematomas, ampollas e inflamación, y presté atención a las prótesis, que fueron diseñadas y construidas específicamente para esta expedición.

 

A causa de la altura, ¿has encontrado alguna dificultad particular con tus prótesis y muñones?

Los cambios de temperatura del día a la noche eran considerables, por lo que el volumen del muñón cambiaba mucho y había que tener cuidado para hacer una valoración correcta, porque si la prótesis me dolía, no podría seguir andando con ella. Cruzar la cascada de hielo cuesta abajo después de la cumbre fue un momento desafiante. Después del paso de Hillary comencé a caminar mal y pensé que mi pie se había roto. Había traído uno de repuesto, pero a ocho mil metros no hubiera sido ideal trastear con la llave Allen para cambiarlo. Así que bajé esperando que aguantara y llegué al Collado Sur. Lo desarmé y vi que no estaba roto, pero le había entrado nieve y estaba congelado, bloqueándolo. Este fue el único inconveniente, y de hecho sufrí un poco en este tramo de bajada porque cargué mucho la izquierda y usé mal la derecha.

 

Antes de llegar a la cumbre del Everest, ya habías completado otro récord en esta aventura, corriendo la milla más alta del mundo sobre prótesis en tan solo 9 minutos y 48 segundos...

Estábamos en un pueblo pequeño y el suelo era arenoso, por lo que fue particularmente agotador. En el primer intento me detuve porque era muy difícil. Luego lo intenté de nuevo, sabía que tenía que hacer menos de diez minutos. ¡Lo logré y salió bien! También di un poco de espectáculo, para los nepaleses ver a una persona corriendo sobre prótesis a esa altura no es una cosa que pasé todos los días, me hicieron muchos vídeos y fotos, fue un buen rato, nos divertimos.

 

Cuéntanos cómo fue la subida y la bajada.

Empezamos con un trekking con unos amigos y mi padre, escalando algunas montañas de hasta cinco mil metros, y luego llegamos al Campo Base. Más tarde, siempre junto al guía de montaña del Trentino Luca Montanari, comenzamos la aclimatación, subiendo un seis mil. Luego regresamos al Campo Base y continuamos con la siguiente fase de aclimatación, que implicó el primer cruce de la cascada de hielo, que completamos en ocho horas. Llegamos al C1, y al día siguiente al C2, cruzando el Valle del Silencio, y descansamos un día. Al día siguiente llegamos al C3, y luego volvimos al C2, haciendo otro día de descanso. Luego regresamos al Campo Base, saltándonos el C1. Aquí recuperamos energías durante una semana, y luego bajamos altitud, volviendo a la civilización por unos días. Luego, cuando teníamos planeado volver a subir, llegó el mal tiempo que nos preocupó un poco y pospuso nuestra salida hacia la cumbre. Luego, finalmente hubo una ventana de buen tiempo del 12 al 15 de mayo, así que en la mañana del 9 salimos del campo base, subiendo directamente al C2 porque se esperaba mal tiempo el 10. Nos llevó 12 horas, bastante tiempo. Aquí recargamos un poco, y luego seguimos al C3, donde dormimos, y luego al C4 a 7900m, donde llegamos a las dos de la tarde. A las 19:30 salimos, y llegamos a la cumbre el viernes 13 de mayo a las cinco cuarenta, hora de Nepal. ¡Un buen paseo! Entonces empezó la bajada, y no llegamos al C4 hasta las tres. En el C3 no queríamos parar, pero estábamos demasiado cansados y dormimos allí, aunque había mucho viento. Al día siguiente llegamos al C2, y luego al Campo Base... ¡Estaba hecho!

 

 

¿Qué emociones sentiste en la cumbre?

Toda la subida la hicimos de noche, y cuando llegamos al Paso Hillary fue el momento más emocionante: a la derecha tuve un amanecer único, mientras que a la izquierda vi la sombra que proyectaba la pirámide perfecta del Everest. En ese momento vi la cima y comencé a empujar porque no veía la hora de llegar, aunque luego pagué esa aceleración de los últimos cincuenta metros: estaba sin aliento. Este sueño lo tengo desde hace años, pospuesto también por la pandemia. Era el cierre de un círculo, la cima era un simple punto geográfico que encerraba un largo recorrido. Estaba muy feliz, y en cierto sentido sentí que la cumbre se me había regalado un poco: fui yo quien llegó, pero fue una meta posible gracias a todas las personas que creyeron en mí: desde los técnicos de las prótesis, hasta los que donaron con la recaudación de fondos. Fue un poco como devolverle el favor a toda esta gente.

 

¿Cómo describirías el Everest a alguien que no haya tenido nunca la oportunidad de ir al Himalaya?

¡Una montaña con muchas subidas! Es fascinante pero verdaderamente infinita. Parece que llegas, pero nunca termina. Después de la cascada de hielo se puede ver la cumbre y parece cercano, pero es inmensa.

 

En el pasado te pusiste del lado de No Cav en defensa de los Alpes Apuanos. ¿Crees que hoy en día es posible escalar un ocho mil de manera sostenible?

Creo que se ha avanzado mucho, me parece que ahora hay más atención que hace unos años. Hoy en día las botellas de oxígeno están todas marcadas, y se pide a las agencias que las recojan: han construido depósitos para asegurarse que esto se haga. No vi mucha basura alrededor, solo en el collado sur había algún cementerio de tiendas. También hay varios proyectos que tienen el objetivo de limpiar la montaña. En el Apuane hay montañas llenas de basura: ¡No sería problema recogerla!

 

¿Te has encontrado con colas de gente?

No encontramos tráfico y nunca tuvimos que esperar, el día de la cumbre fuimos los terceros en llegar a la cima, tuvimos suerte.  

 

¿Crees que la montaña es para todos o solo para unos pocos?

Algunas montañas no son para todos, no solo en el Himalaya sino en general.

 

¿A quién le dedicas esta ascensión?

Lo pensé, y creo que a mi perra Kyra, mi amuleto de la suerte: si el día que entré en coma no hubiera insistido en dejarme salir de casa, me hubiera quedado en cama, no hubiera notado lo mal que estaba y no hubiera llamado al médico. Estaba solo en la casa, y probablemente no habría sobrevivido la noche. Kyra era una husky siberiana, y la nieve siempre fue su elemento: cuando la olía, ¡enloquecía de alegría!

 

¿Cómo te apoyó La Sportiva para hacer realidad este sueño? 

¡Creo que las La Sportiva Crossover son las primeras zapatillas de trail en alcanzar los 8849 metros! Están especialmente diseñadas para correr sobre la nieve y las usé todo el camino, luego las cambié para la aproximación. A diferencia de una persona sin discapacidad, no usaba botas de montaña, sino zapatillas de trail con crampones. Como indumentaria, hasta el C2 usé chaqueta de plumas, pantalón y camisetas térmicas de la marca de Ziano di Fiemme, mientras que a partir de entonces continué con el mono.  En cuanto a los guantes, la idea era usar los guantes de cuero de La Sportiva para las maniobras con las cuerdas y poner encima los mitones grandes, pero al final nunca usé estos últimos y llegué a la cima con los guantes de cuero.

 

¿Cuándo y cómo empezó la colaboración con la marca y cuáles son los valores que tenéis en común?

Conocí a Fabio Parisi en 2019, después hablamos y nació la colaboración a partir de 2020, enfocada inicialmente en mi proyecto “From 0 to 0”, que combinó bicicleta, running y montaña. El sentimiento con la marca siempre ha sido positivo, y muchas de las prendas que uso son sostenibles, por lo que diría que sin duda tenemos en común el amor y el respeto por la naturaleza. Las chaquetas que tengo en Kapok vegetal son excepcionales.

 

¿Qué producto de La Sportiva prefieres y por qué?

¡Las zapatillas, sin duda! Espero que La Sportiva siga haciendo las Crossover, de lo contrario, si dejan de producir, ¡ya le dije a la empresa que quiero pedir trescientos pares! Tienen un agarre increíble en roca, lo cual es muy importante cuando están en acción.

 

 

¿Crees que inspiras a la gente con tus proyectos y tu historia?

Espero que sí, buena parte de mi satisfacción viene de transmitir la fuerza que me permitió ser quien soy hoy a las personas que se han encontrado con un problema similar al mío y solo necesitaban ver que todo es posible, ¡así logro motivarme aún más!

 

¿Cuál es el mejor alpinista de todos los tiempos, en tu opinión?

El que llega a casa, no el que llega a la cima.

 

¿Seguirás con el alpinismo o quieres hacer otra cosa? ¿Qué te atrae?

¡Tengo muchas escaladas pendientes en mi lista y no creo que me aburra! Ahora estoy luchando con el proyecto Seven Summits, pero no oculto el hecho de que podría haber otros ocho miles...

 

¿Quién será Andrea Lanfri en una hipotética próxima vida?

¡Un animal libre, tengo un gran deseo de libertad! Un espíritu libre, quizás un lobo, a gusto en la nieve y en el frío.

 

 

Foto: Ilaria Cariello

Autor: Marta Manzoni